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INDIVISA Manet: Integrando el corazón y la mente en el proceso de aprendizaje.

Integrando el corazón y la mente en el proceso de aprendizaje.

Daniel Goleman, psicólogo y periodista, popularizó el concepto de inteligencia emocional (IE) en su libro de 1995, Inteligencia Emocional. Su teoría sostiene que la IE es tan importante como el coeficiente intelectual (CI) para el éxito en la vida. Goleman define la IE como la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como las emociones de los demás. Implica habilidades como: Autoconciencia, Autorregulación, Motivación, Empatía y Habilidades sociales.

Teniendo en cuenta lo anterior, en Colombia la Ley 2383 de 2024 promueve la educación socioemocional de los niños, niñas y adolescentes en las instituciones educativas de preescolar, primaria, básica y media, en la cual se integra la educación socioemocional de manera transversal en el currículo escolar para desarrollar habilidades como la empatía, la resolución de conflictos, la autorregulación emocional y la toma de decisiones responsables. En este escenario, y bajo las dos premisas anteriores, me surgen varias inquietudes con respecto a cómo la educación y sus políticas están adentrándose en este mundo, sabiendo que no solo somos un número, sino un proceso individual de aprendizaje.

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A esta postulación, anexo la teoría del cerebro triúnico de Paul MacLean, la cual propone que el cerebro humano está compuesto por tres estructuras cerebrales principales: el reptiliano, el límbico y la neocorteza, cada uno con funciones y niveles evolutivos diferentes:

El Cerebro Reptiliano: Es la estructura más antigua y básica, responsable de funciones instintivas de supervivencia como el ciclo sueño-vigilia, el equilibrio y la regulación de la temperatura. Se encuentra en el tronco encefálico y el cerebelo.

El Cerebro Límbico: Se asocia con las emociones y la memoria, incluyendo la capacidad de sentir alegría, tristeza, miedo e ira. Se encuentra en el sistema límbico.

La Neocorteza: Es la parte más reciente y compleja del cerebro, responsable del pensamiento racional, el lenguaje, la planificación y la creatividad. Se encuentra en la corteza cerebral.

Frente a lo encontrado, surgen aún más interrogantes y reflexiones con respecto a la importancia de integrar el corazón y la mente en el proceso de aprendizaje. Recuerdo perfectamente cuando, siendo niño, mi profesora Sofía, quien desde su modelo pedagógico tradicional impartía sus clases, condicionaba y coartaba totalmente mi motivación por estudiar y por querer levantarme todos los días para ir a la escuela. El placer por aprender se encontraba en modo defensa, y mi cerebro reptiliano se activaba de manera automática para repeler cualquier tipo de interacción con el conocimiento. Ella, ante su impotencia por direccionar de manera asertiva la clase, recurría a la imposición y al acostumbrado pellizco que terminaba en el epílogo de "la letra con sangre entra".

Por otro lado, en mi plena adolescencia conocí a la profesora Yolanda, cuyas clases de química hacían que me resultara más fácil entender el mandarín que los conceptos que compartía. Sin embargo, había un rasgo diferente a mi experiencia anterior, pues esta maestra, desde su amor, su vocación y su empatía por sus estudiantes, lograba conectar a los chicos desde ese cerebro límbico emocional, lo que invitaba y provocaba adentrarse en su asignatura. Era muy exigente, pero por medio de esa inteligencia emocional sabía cómo persuadir y lograr que todos viéramos la química como algo fácil y sencillo.

Recuerdo perfectamente cuando, en grado 11°, debía aprobar solo aquella asignatura para poder estar en la ceremonia de grado. Había estudiado toda la noche, y ella, al momento de entregarme ese examen de recuperación, hizo que todo mi cerebro entrara en estado de shock; se me había olvidado todo lo estudiado. Al verme tan nervioso e identificar que había estudiado lo suficiente para responder el examen con asertividad, no tuvo más remedio que ayudarme y darme la tranquilidad de que yo era capaz, de que tenía los conocimientos para resolver aquella prueba y quizás algunas más, incluso un poco más complejas. En pocas palabras, autorreguló mi cerebro reptiliano para pasar al campo más límbico y racional. Efectivamente, el examen fue un éxito frente a todo un año de no entender lo que eran sales y moles, y más allá de la lección conceptual que me dejó, me sembró la semilla de vocación como docente, dejando como resultado una frase evocada y significativa de Goleman: "La verdadera compasión no solo significa sentir el dolor del otro, sino también actuar para aliviarlo."

 

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Adentrándonos un poco más en el ámbito educativo, y especialmente en nuestro contexto Lasallista, siento que debemos de seguir trabajando en ese modo emocional, placentero,  que nos dispone a la creatividad y nos lleva a abrir la mente a la adquisición de nuevos conocimientos, competencias, saberes, relaciones interpersonales, pues creo firmemente que es la única forma de motivar a los estudiantes y que el llegar al colegio será un acto amor propio más que una obligación. Aquí te pregunto querido lector: ¿recuerdas exactamente la fórmula matemática, física o química que te enseñó tu maestro en grado 11°? O ¿Recuerdas de manera fotográfica una experiencia significativa emocional que hayas vivido en ese mismo espacio? Estoy convencido que en la mayoría de los casos recordaremos la segunda. Ante ello surge otra pregunta: ¿si pusiéramos la educación en un estado más límbico tendríamos mejores resultados? San Juan Bautista De La Salle tenía clara la idea de formar a los maestros y de darles garantías de bienestar para el objetivo de la misión educativa, y a lo largo de todo mi paso por La Salle he aprendido que el carácter humano de nuestro colegio es un factor trascendental que nos identifica y nos da ese toque único como bandera en nuestra región.

Que bueno fuese si tuviéramos más docentes como mi profesora Yolanda, en ese escenario trabajo fuertemente con el convencimiento en que puedo seguir esparciendo la semilla que mi profesora puso en mí, creo que ante la situación mundial, global y local y a las nuevas generaciones de estudiantes que nos están pidiendo a gritos un cambio en el paradigma educativo, por medio de un aprendizaje significativo, proyectos de aula, proyectos transversales y que la praxis sea un factor indispensable en los planes de estudio, un currículo vivo y que cambia  la medida de las necesidades y exigencias de la sociedad; pues creo firmemente que es la única forma de redirigir los impulsos y estados de ánimo perjudiciales y mejorar todo el ambiente escolar, comprendiendo las emociones de los demás y construyendo redes desde la habilidad para encontrar puntos en común desde la empatía y la conexión con el otro.