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INDIVISA Manet: Educar en tribu

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Educar en tribu: La importancia del trabajo colectivo entre escuela, familia y comunidad

En todos los escenarios educativos, el trabajo colectivo responde a una educación que, si bien se enmarca en las necesidades y realidades individuales, debe analizarse y observarse desde un concepto de trabajo comunitario. Este enfoque une a tres actores fundamentales en el proceso: la escuela, la familia y el estudiante. Por ello, si alguno de estos engranajes falla, podrían generarse limitaciones en los aprendizajes, competencias y formación de los estudiantes.

Como sociedad, debemos entender que los niños no son únicamente responsabilidad de sus padres. En el Colegio La Salle Pereira Bilingual School, la corresponsabilidad es un factor preponderante, ya que constantemente se invita a las familias a ser parte activa del proceso educativo. Afortunadamente, el panorama de acompañamiento por parte de los padres es, en su mayoría, positivo, pues demuestran disposición para trabajar de la mano con la institución. Sin embargo, este escenario no se da al 100%, por lo que es necesario seguir enfatizando en la participación asertiva y masiva, entendiendo las obligaciones y compromisos sociales y laborales que todos tenemos.

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En este contexto, recuerdo una anécdota que ha quedado grabada en mi memoria y que considero un ejemplo valioso para la formación de niños y jóvenes. Sucedió hace algunos años, durante mi época de escolaridad, cuando mi abuela me recogía todos los días al salir de clases. En la puerta del colegio, se formaba una aglomeración de madres esperando a sus hijos.  En ese espacio, entre charlas y comentarios, se creaba una especie de foro donde se compartían experiencias y acuerdos sobre métodos de crianza y procesos individuales de los niños en sus hogares.

 Hoy, en términos educativos más contemporáneos, a esto se le llama "educar en la tribu". Desde aquellas buenas prácticas que las madres implementaban en sus casas, se educaba desde lo colectivo hacia lo individual, y cada uno formaba parte de ese "currículo oculto" que no está plasmado en un papel, sino en la experiencia misma del proceso educativo en conjunto. Pero la historia no termina allí. De regreso a casa, mi abuela me preguntaba por las anécdotas del día y la jornada escolar. A través de esas conversaciones, ella reflexionaba sobre los aprendizajes que se iban construyendo y proyectaba estrategias para mejorar mis condiciones de aprendizaje y competencias según mi edad. Ya en mi adolescencia, aunque yo ya no le contaba todo lo que sucedía en el colegio, mi abuela mantenía contacto con las demás madres de mis compañeros. Sin necesidad de un celular, siempre sabía dónde estaba, con quién y qué hacía. La construcción de una red de padres es fundamental para solidificar el acompañamiento asertivo en la formación, educación y amor hacia los hijos. 

Ahora en nuestros tiempos ¿hacia dónde nos está llevando este individualismo tan terrible? ¿En qué momento hemos perdido los lazos comunitarios que guiaban el bien común y cívico? ¿Por qué nos paraliza amonestar a un niño que no sea nuestro propio hijo, con el temor a que los padres nos digan que nos hemos metido en lo que no nos incumbe, aunque el niño manifiesta está haciendo algo que no es bueno, ni para él como persona, ni para la comunidad o el entorno, ni para el ambiente escolar? Pienso en que una situación así no se hubiera dado, probablemente, hace tres décadas. E inmediatamente me autocensuro por pensar de modo nostálgico, con ese sesgo falaz de “cualquier tiempo pasado fue mejor” (https://evateba.com/al-nino-lo-educa-la-tribu/). Como educadores —docentes, familias y comunidad en general—, debemos mirar el presente y proyectarnos hacia el futuro. Pensar solo en el bienestar o en lo que nuestra generación no recibió no permitirá a los niños y jóvenes desarrollar la autogestión, la resolución de problemas (ya sean mínimos o complejos), el sentido social y la capacidad de participar en la construcción de lo colectivo.

En el contexto de nuestro colegio, es fundamental generar conciencia sobre la importancia de los grupos de crianza compartida y las redes de apoyo, especialmente en los procesos de formación durante la primera infancia y la adolescencia. Esto puede lograrse a través de escuelas de padres, convivencias, asambleas y la participación activa en espacios de capacitación institucional. Es necesario retomar prácticas sociales y de convivencia que, aunque parezcan de antaño, no deberíamos haber perdido.

Somos una tribu que educa, no solo desde lo académico, sino también desde el sentido ético, los valores, la responsabilidad, el cuidado del medio ambiente, el respeto por el otro, los hábitos de vida saludable, el seguimiento de normas y reglas, y el reconocimiento de la autoridad. Más allá de las capacidades académicas y conceptuales, está la persona, y es allí donde debemos volver a poner nuestra mirada.

Evocando la memoria, pienso: "Cuánto te debo, abuela". Desde tu empirismo, me permitiste ser el ciudadano que soy hoy. Y a ti, querido padre de familia, te digo que somos los ángeles custodios de nuestros hijos. Debemos prepararlos para la vida y para todos los retos que el futuro les deparará sin nosotros, brindándoles las herramientas que les permitan ser mejores personas.